domingo, 31 de mayo de 2009

La Mitad Del Alma


... hemos cerrado el paso de la patria, sin ira y sin temor, a las correrías que por su origen, o por sus métodos, o por sus resultados, fueran indignas de ella: y cuando ya no queda de una política imprevisora más que el escarmiento saludable y la cólera útil, cuando la liga floja y temporal del alma cubana con un sistema extraño a su constitución y a los que lo habían de permitir, sólo deja tras sí al desvanecerse, un silencio desordenado y sombrío, o la demanda de una nueva esclavitud, ni blandimos el marchamo para señalar las frentes culpables del terrible desorden espiritual, ni les señalamos con mano rencorosa la agonía de un pueblo que pudo mantenerse, y se debió mantener, en la campaña de la prudencia, disciplinado para la de la resolución; sino que abrimos los brazos, pensando sólo en que somos pocos, aun cuando fuésemos todos, para reparar el tiempo perdido, para encender en la fe nueva los ánimos vibrantes, para correr el hilo misterioso por los corazones; y a cuantos sufren como nosotros del dolor del país, y aspiran como nosotros a levantarlo de él, a todos les decimos, con los brazos abiertos: Aquí velábamos; aquí aguardábamos; aquí anticipábamos; aquí ordenábamos nuestras fuerzas; aquí nos ganábamos los corazones; aquí recogíamos y fundíamos y sublimábamos; y atraíamos para el bien de todos, el alma que se desmigajaba del país!

Con el dolor de toda la patria padecemos, y para el bien de toda la patria edificamos, y no queremos revolución de exclusiones ni de banderías, ni caeremos otra vez en el peligro del entusiasmo desordenado ni de las emulaciones criminales. Todo lo sabemos y todo lo evitaremos. Razón y corazón nos llevan juntos. Ni nos ofuscamos, ni nos acobardamos. Ni compelemos, ni excluimos. ¿Qué es la mejor libertad sino el deber de emplearla en bien de los que tienen menos libertad que nosotros? ¿Para qué es la fe, sino para enardecer a los que no la tienen? ¿A qué somos, fuera de Cuba, una legión hecha a la tempestad, sino para amparar con nuestros cuerpos a los que sufren de miedo de mujer? ¡El hábito de ceder embota la capacidad de osar! ¡Cedan el paso los tímidos estériles a los prudentes que han sabido respetarlo…! ¿A qué vivimos, unidos al fin con alma igual para el rescate juicioso y cruento, a qué vivimos, los que hemos fundado en la arena y dejado señales en la roca, sino para mostrar que el patriotismo cubano sacó de la derrota la ciencia política necesaria para no caer otra vez en ella? ¿Qué somos, sino práctica viva, sin aquel funesto divorcio de antes entre los indecisos acá y los arremetedores allá, de aquella patria sana venidera en que no ha de haber ¡porque no los ha de haber! Ni soberbias de capital, ni recelos de terruño? ¿Qué somos ya, fuera de Cuba, sino un pueblo hecho, trabajador, y susceptible, como han de ser los pueblos destinados a la felicidad en las repúblicas? ¡Pero es cierto que el hombre vanidoso niega o censura las virtudes difíciles que no se atreve a cultivar: es cierto que las primeras señales de los pueblos nacientes, no las saben discernir, ni las saben obedecer, sino las almas republicanas!

¿Y esto hacemos aquí, y labramos aquí sin alarde un porvenir en que quepamos todos, y tendremos aquí la mansedumbre de mirar como nuestros a los que nos desoyen, y amar a los que nos desaman? ¿Qué somos aquí, cubanos o enemigos de Cuba? ¿Aventureros o patriotas? ¿Merodeadores, o redentores? ¿ ¿Y qué sabemos nosotros si eso es desamor, o si es que ya nos buscan en silencio, acaso sin sentir cómo el corazón se les va oreando, y no han hallado aún el modo de decirnos que nos aman? ¡Vaya alzando el pecho a la callada, que de aquí iremos poniendo a su compás nuestro ímpetu! ¿No se viene a la tierra por nuestro camino? La esposa, transportada de ira, ¿no le dice al esposo: ¡vete, vete, criollo infeliz, a donde haya trabajo y justicia!”?; los más hechos a aquel pan villano, y los que le han sacrificado más, ¿qué son sino sombras de miseria, y fantasmas en casas vacías?: los hijos de los ricos, después de una vida inútil de vaqueros, ¿no vienen a pedir la limosna de la vida a los pueblos extraños?: los de ahora, los de sangre nueva, ¿no levantan en sus hombros, y pasean en triunfo, por la ley de honra que es más fuerte que el miedo, a los que vinieron espantados, ¿no arrancan de las manos de los niños, las escopetas de jugar con que ensayan en el viento? ¡La tierra se viene por nuestro camino, y los de allá y los de acá no tenemos más que hacer que juntar, con prudencia, nuestros corazones!

¡Cunda allá, de alma en alma, este fuego domado que nos nutre y enciende, medite, cada uno a solas, en esta fe tranquila y vigilancia seria y ternura de nuestro cariño fraternal; sepan que, en la agonía en que los ha puesto el triunfo aniquilador de un dueño incorregible, y la confianza desordenada en una política fantástica y artificial, vela para ellos, con precisión de problema científico y conocimiento entero de la realidad, un pueblo ausente en que se han llegado a fundir, en diez años de estudio y sacrificio, en diez años de equidad y de precisión, el más puro anhelo heroico y la más severa disciplina pública!

¡Ni esperen, para tener noticias nuestras, aquellos infantiles organismos revolucionarios, que fueron grandes en sus días, y hoy, cubiertos por el espionaje, no serían más que semilleros para el cadalso! ¡Amamos mucho a los cubanos nuevos para ponerlos en peligro así. Lo que es, es, y lo sabemos acá; pero es preferible que, por falta de obra patente nos crean inactivos, a que una sola cabeza de cubano, por el prurito de alardear, de organizadores. Busquemos, uno a uno, quien nos desee; mándenos ayuda el que pueda, fe el que no pueda más, que no hay cosa que valga más que la fe: veamos aquí, como lo estamos viendo, que el alma de la isla, renovada en la espera, se encrespa y se decide: venga a nosotros, por sí y como les parezcan bien, el alma de allá que se nos quiera venir; ¡clubs de espíritus es lo que queremos, y los nombramientos que firman el valor, y los compromisos que se juran a solas las conciencia, y aquella determinación cauta y viril con la que no puede traficar el espía, y en la que no tiene dónde asir el asesino! ¡Esté el alma en pie, para cuando le llevemos la mitad del alma!


José Martí
Fragmentos del Discurso pronunciado en Hadman Hall, Nueva York, el 10 de octubre de 1891.Tomo IV, pp. 257-266.

martes, 26 de mayo de 2009

La sociedad y la libertad


La colectividad no tiene alma, la colectividad no tiene mente. La colectividad ni siquiera tiene cuerpo; es solo un nombre. Es solo una palabra. Para la colectividad, no hay necesidad de libertad. Cuando todos los individuos sean libres, la colectividad será libre. Pero nos impresionan mucho las palabras, tanto que olvidamos que las palabras no tienen ninguna sustancia. La colectividad, la sociedad, la comunidad, la religión, la iglesia... son solo palabras. No hay nada real detrás de ellas.

Osho